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HERBORISTERIA

La historia de las plantas medicinales se remonta a un pasado lejano. La vida orgánica en nuestro planeta se iniciaba con los bacteriofitos, vegetales microscópicos constituidos por una sola célula y capaces de reproducirse de una manera rapidísima.
Mucho más tarde de la aparición de los bacteriofitos aparecen las algas, los líquenes, hongos, helechos, equisetos y, finalmente, las plantas superiores.
Es sabido que las plantas son imprescindibles para el desarrollo animal; en la cadena alimentaria ellas alimentan a los animales herbívoros y éstos a su vez, a los carnívoros.
Pero no tan sólo sirven para el alimento (tanto en nutrientes como en oxígeno) de los animales, si no que están dotadas de una energía, de unos principios activos que les servirán para el alivio y curación de sus dolencias.

 

Podemos considerar como principio activo todas aquellas sustancias químicas que el metabolismo de la planta produce, acumula o deposita y que ejerce determinadas acciones medicinales.
El efecto terapéutico de una planta se basa en la acción combinada de los diversos principios activos que contiene.
No todos los productos contenidos en la planta tienen un carácter medicinal. Estas substancias inocuas determinan que la absorción del principio activo sea más o menos lenta. Ésta es una característica de los tratamientos fitoterapéuticos y que se pone de relieve al administrar solamente el principio activo aislado, en que los efectos son distintos que al administrar la planta entera

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